Dante, el producto sos vos. Homenaje al Palacio Barolo en Buenos Aires
Triple homenaje de Angelo Calcaterra: al mentor del Palacio Barolo, al arquitecto y a la fuente de inspiración, la Divina Comedia de Dante Alighieri. El Palacio Barolo como leyenda y las leyendas del palacio. La cúpula de inspiración india como símbolo cumbre del amor entre el poeta y su amada Beatrice. Detalles de su construcción y un recorrido del Infierno al Paraíso en una espiral ascendente, por este edificio que es un monumento nacional.
Es altamente probable que cuando Dante Alighieri, el gran poeta florentino del Medievo, escribió su poema Divina Comedia ni imaginara que esta obra literaria podría plasmarse físicamente en una arquitectónica a modo de homenaje. En esta oportunidad, Angelo Calcaterra, CEO de San Tonino y renombrado arquitecto, nos cuenta detalles interesantes acerca del Palacio Barolo que, como vasos comunicantes, leemos en clave de homenaje a su mentor, a quien llevó el palacio a su concreción, y a su fuente de inspiración.
Respecto de esto último, la piedra basal del Palacio Barolo en su relación con la Divina Comedia de Dante es también un viaje durante el cual el lector aprecia el recorrido por el poema, desde el Infierno hasta el Paraíso, pasando por el Purgatorio. Es notable que Dante Alighieri llamara sencillamente Commedia a su libro, ya que, de acuerdo con el esquema clásico, no podía ser una tragedia. Su final es feliz. Giovanni Boccaccio, escritor y humanista, fue quien añadió el adjetivo “divina” durante la época en la que se encargó de leerla y comentarla públicamente por diferentes ciudades italianas. Lo divino, a su vez, está íntimamente relacionado con el cristianismo y ello se puede corroborar en el recorrido que el lector hace del poema. Actualmente, el libro suele presentarse con un gran cuerpo de notas que ayudan a entender quiénes eran los personajes a los que se hace referencia.
Un palacio que no pierde su encanto
Cuenta el CEO de San Tonino que, para la construcción del Palacio Barolo, que se encuentra en la Avenida de Mayo al 1370, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, fue necesario pedir un permiso especial, ya que superaba casi cuatro veces la altura máxima permitida a los edificios de la zona. Fue, hasta 1935, la construcción más alta de la Ciudad, cuando lo desplazó el edificio Kavanagh. Es también uno de los monumentos nacionales de nuestro país.
En un terreno elegido para levantar el palacio, que tenía una superficie de 1365 m2 y un frente de 30,88 m, el mentor de este homenaje, Luis Barolo, hizo construir por el arquitecto Mario Palanti el edificio que conta de un total de 24 plantas (22 pisos y 2 subsuelos) y 100 metros de altura, gracias a un gran faro giratorio de 300.000 bujías que lo hacía visible desde el Uruguay.
En 1919 comenzó la edificación del palacio que se convirtió en el más alto de Latinoamérica, y en uno de los más altos del mundo en hormigón armado. Los dueños del edificio se mantuvieron muy presentes en cuanto al cuidado y restauración del edificio para que este no pierda ni un poco de su magia.
Un homenaje al cuadrado
Así, en esta oportunidad, el homenaje al Palacio Barolo se puede proponer también como una distinción al poema de Dante Alighieri, tomándolo en clave de un estilo arquitectónico que mezcla el neorromántico, el neogótico, y cuya cúpula cuenta con un estilo único indio, y que representa la unión entre Dante y Beatrice, los protagonistas de la citada obra. Sobre este domo nos detendremos un momento. El Barolo exhibe esta icónica cúpula, que tiene similitudes con la gran torre del templo Rajarani Bhubaneshvar, construido en los siglos XI-XII en Orisha, al este de India. Se lo llama “templo del amor” y contiene espacios fundamentales del homenaje del Dante a Beatrice, su amor. Este amor que se califica de no terrenal aporta al nombre del poema, también, como su recorrido, es del orden de lo divino.
Una espiral en ascenso al Cielo
La simbología del lugar infinita y en forma de espiral en ascenso. Comenzamos el recorrido por la planta baja, es decir, el Infierno, y vamos subiendo hasta el “Paraíso”. Los guías señalan, por ejemplo, que son “100 metros de altura, 100 cantos de la Divina Comedia. 22 pisos, 22 estrofas en algunos cantos. 11 balcones, 11 estrofas en otros cantos”. Además, que las flores de los mosaicos de la planta baja podrían ser “círculos de bronce que representan el fuego”, no olvidemos que estamos pisando el Infierno.
A medida que avanzamos, los 144 escalones de la torre que conducen al enorme faro se angostan hasta que solo cabe un pie y debemos agacharnos cada vez más, para no golpearse la cabeza, quizá simbolizando dejar caer el ego, comenta Angelo Calcaterra. Durante este ascenso, hay que tomar aire varias veces, debemos recuperarnos y nos convencemos. Esta experiencia es fiel a la idea del camino difícil, tortuoso (y, en este caso, espiralado) al Paraíso. Este tramo de la travesía es acompañado por música. Seguimos transitando, quizás con opresión, hasta que, una vez arriba, todo es diferente. Increíbles panorámicas tanto de la ciudad como del Río de la Plata se pueden disfrutar. Vistas infinitas, quizás como el camino que acabamos de recorrer. En este tránsito somos una muestra muy pequeña del universo infinito que se plasma a nuestro alrededor.
El administrador del Palacio Barolo tiene bajo su protección, más que un edificio, un monumento. O bien, aún más, una leyenda. Entre tantas, hay una que dice que al final de la visita nocturna al Barolo, cuando aquellos que asistieron al recorrido se relajan tomando una copa de vino, el fantasma del Dante, vestido de rojo, recita.
El Palacio Barolo se construyó entre 1919 y 1923, pero su homenaje comienza mucho antes, quizás con la escritura de la impactante obra del Dante.
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