El líder empresarial: ¿Prefiere la Razón o la Intuición?

 

¿Qué es la intuición? ¿Cómo funciona? ¿Cuándo hay que utilizarla? ¿Puede alguien desarrollar su intuición? Si es así, ¿cómo? ¿Qué relación existe entre la razón y la intuición? Éstas son sólo algunas de las preguntas que abordaremos en este artículo.

 

¿Qué es la intuición?

Según Chat GPT, la intuición es la capacidad humana de percibir o comprender algo instintivamente, sin recurrir a un razonamiento deliberado o a un análisis en profundidad. Es una forma de conocimiento inmediato o comprensión intuitiva que surge sin esfuerzo consciente.

 

Ante un problema o una pregunta, la respuesta me parece obvia. No es el resultado de un largo razonamiento, sino un destello de perspicacia. Para algunas personas, es visual, para otras es emocional o incluso física, pero en ningún caso se trata de un razonamiento.

 

No se puede explicar la intuición: surge de repente, como una burbuja que sube desde el fondo de un estanque hasta la superficie del agua.

 

¿Cómo funciona?

Empecemos por la razón. Cuando abordamos un problema a través de la razón, nuestro cerebro funciona secuencialmente, una idea lleva a otra, el razonamiento nos conduce a conclusiones que nos permiten continuar el viaje intelectual hacia una solución. Todos los elementos son conscientes, reflexionados y pensados. 

 

Se trata de comprender, comparar, evaluar y analizar. Tomar decisiones razonables requiere inteligencia, conocimiento y acceso a los datos que respaldarán nuestras hipótesis y, en última instancia, nos llevarán a las opciones que creemos correctas. Razonar puede llevar días, incluso años de intenso esfuerzo.

¿Y la intuición?

Desde el punto de vista científico, parece que el origen de la intuición sigue siendo bastante nebuloso (si conoces algún artículo científico que explique cómo funciona, compártelo en los comentarios). 

 

Por otro lado, como indican las dos citas siguientes, los grandes científicos parecen atribuir sus mayores descubrimientos a su intuición mucho más que a su razón:

 

Lo más importante para un científico no son sus títulos, ni el número de años que haya estudiado, ni siquiera su experiencia, sino simplemente su intuición, dirá Albert Einstein.

 

Einstein parece incluso lamentar que nuestra sociedad moderna haya cedido casi por completo el paso a la razón:

 

La intuición es un don sagrado y la mente racional es su fiel sirviente. Hemos creado una sociedad que honra al sirviente y ha olvidado el don

 

Mientras que la razón nos obliga a analizar los elementos uno por uno, la intuición aborda la cuestión de forma holística, como si aprehendiera de golpe una gran cantidad de información. 

 

Mientras que la razón es secuencial, el enfoque de la intuición es paralelo. Integra no sólo la información de la que soy consciente, sino también y sobre todo otra información que está enterrada en los meandros de mi memoria o a la que tengo acceso a través de voces que hoy permanecen inexplicadas.

 

¿Cuándo utilizar la razón y cuándo la intuición?

Para responder a esta pregunta, distingamos entre cuestiones analíticas, es decir, aquellas que requieren un enfoque basado en la razón, y cuestiones intuitivas, aquellas para las que se requiere nuestra intuición.

 

Los problemas analíticos son aquellos que pueden descomponerse en partes diferenciadas. 

 

Cada una de estas partes puede medirse, analizarse o, si es necesario, descomponerse a su vez para llegar a un elemento sencillo de comprender.

 

El problema es analítico si el conjunto no es más complejo que la suma de sus partes. No hay un efecto sistémico u holístico. Algunas personas hablan de problemas sencillos, incluso complicados, pero no complejos. 

 

Los problemas complicados pueden descomponerse en problemas simples independientes. En este sentido, un avión, aunque complicado, sigue siendo un problema analítico. Si un avión se avería, la razón es la forma correcta de arreglarlo.

 

El problema es intuitivo si hay demasiados elementos implicados. Es difícil, si no imposible, analizarlos uno por uno.

 

E incluso si fuera posible, los efectos de estos elementos entre sí y la influencia del entorno externo son tales que el problema es demasiado complejo para llegar a un alto nivel de certeza. Este tipo de problema incluye, por ejemplo, factores irracionales como las emociones o las relaciones.

 

La complejidad del conjunto es mucho mayor que la suma de las complejidades de las partes. He aquí algunos ejemplos de problemas intuitivos: la contratación de un nuevo empleado, el matrimonio, una asociación profesional, la elección de una profesión, la visión de una empresa, la transición climática, etc.

 

Por supuesto, tendrás cuidado de someter a la razón lo que te diga tu intuición. Si la idea que surge no es nada razonable, probablemente decidirás no seguir lo que parecía ser la voz de tu intuición.

 

¿Y si no tengo intuición?

Puede que algunos de nosotros no estemos acostumbrados a escuchar la voz interior de la intuición y, por lo tanto, pensemos que no somos intuitivos.

 

Puedo aprender a escuchar esta voz interior, a distinguirla de los mil pensamientos que cruzan mi mente a lo largo del día. 

 

¿Cómo puedo hacerlo? Practicando. Acoge la primera intuición que te venga: una idea, una imagen, una emoción, un sentimiento, una sensación corporal… 

 

El reto es confiar en ella, no dudar. Pon a prueba tu intuición en cosas sin importancia, como la elección de un plato en un restaurante, la elección de una película en el cine, el destino de un viaje…

 

Escucha esta voz de tu corazón. ¿Qué te dice? Antes de irte a dormir, hazte una pregunta. Es probable que cuando te levantes haya una respuesta esperándote.

 

Así como la razón requiere concentración y esfuerzo, la intuición requiere serenidad. Por otra parte, las ideas que se te ocurren durante un paseo por el bosque, en la ducha o a primera hora de la mañana tras un buen descanso nocturno y que enseguida te parecen obvias y te dan alegría, probablemente sean las voces de la intuición.

 

La intuición está más vinculada a una visión, una imagen, una sensación… de paz.

 

¡A practicar!