Cualquier comunicación posee un componente cognitivo y otro emocional. Esta es la premisa fundamental a tener en cuenta si se gestiona equipos.
Liderazgo: el significado compartido como el inicio de una conversación certera
Ya conversamos en artículos anteriores con el especialista en liderazgo Angelo Calcaterra. Según el experto para ser un buen líder lo importante es manejar distintos aspectos que requieren habilidades tanto prácticas, emocionales como de formación.
Y en este contexto indica que toda comunicación conlleva un componente cognitivo y otro emocional, y este hecho resulta de vital importancia para establecer una conversación clara al interior de los equipos de trabajo.
Las historias son los formatos que asumen los mensajes porque permiten construir un espacio con significados compartidos. Es en ese relato que las emociones participan con un rol protagónico.
Impulsoras de la acción y las historias aparecen las experiencias compartidas. Unidas, tienen un efecto que define el código o modelo mental que se construye en base a la comunicación eficaz u óptima.
En plena era de globalización, en donde se dan procesos multiculturales y los colaboradores son cada vez más diversos entre sí al interior de la organización, las historias, particularmente las emociones son la materia en común a partir de la cual trabajar la comunicación.
Esto se puede hacer con un objetivo de equipo: alinear pensamientos, voluntades y conductas para avanzar en pos de una dirección acordada y certera para todos los miembros participantes del grupo de trabajo.
Como aprendizaje vital del líder, el especialista Angelo Calcaterra señala que habrá que considerar aquellos vinculados en los actos comunicacionales estratégicos en la construcción de un espacio significativo en común a través de estas historias, con el componente codificador e impulsor sean las emociones.
Estas historias hilvanadas con estas emociones son los relatos relativos de cómo ve y organiza una persona o un grupo o una comunidad capturando el interés de cada quien en la presentación de eventos que sumen a la armonía, la transmisión del presente y un futuro esperado y deseado en un grupo.
Es decir, disuadir a través de historias constituye un proceso de comunicación que se caracteriza por el relato del desequilibrio y la lucha que el protagonista o la organización, realizada o que se deben realizar para atravesar el desequilibrio o el obstáculo, con el fin de alcanzar la posición, el rumbo o el objetivo esperado.
El experto señala que la lucha por restablecer el equilibrio es la trama misma de la historia.
El nudo de un estado emocional pasa por poder crear en equipo la interpretación compartida del mensaje que impulsa al receptor de la acción.
Empatía emocional: el rasgo del líder
De esta forma, para Angelo Calcaterra el impulso del cambio lo tracciona la empatía emocional de la que sea capaz el líder.
A partir de esto el experto afirma que el proceso de comunicación resulta clave porque actúa este paño emocional unido a los aspectos cognitivos del mensaje. Y esto determina la eficacia de los mensajes.
En cuanto al modelo mental (elemento cognitivo) puede resumirse como la matriz o el prisma de los conocimientos previos de cada uno al entrar en contacto con un mensaje, pero además, sabemos, actúan las emociones. De esta forma, las interpretaciones individuales, subjetivas, llevan a que el mensaje pueda no ser recibido igual ni se interprete de la misma manera aunque haya sido, en su contenido, el mismo.
Esto puede ser percibido, detectado y tratado por el emisor o líder o no. Ahí se pone en juego toda su habilidad emocional, empática y sus rasgos más importantes al ejercer su liderazgo.
Para superar esto se debe promover un espacio interpretativo común promoviendo como método narrar desde el punto de vista subjetivo e individual las historias para conocer la base más emocional y poner en común las interpretaciones.
De esta manera queda establecido que para el especialista este es un rasgo sin el cual el líder no puede ser un buen líder. Un ejemplo claro puede ser el discurso de Nelson Mandela en el año 1994 cuando ganó las elecciones. Allí se pronunció diciendo que el temor más profundo no era ser “meramente idóneos“ (refiriéndose a él y a su partido) como para ganar sino que tengan el poder más allá de toda medida, de poder estar a la altura del interrogante “¿Para quién serlo?“.
Y allí dijo que no se trata de actos iluminados de una persona sino que se trata de todos, de permitir que las otras personas hagan lo mismo: brillen, sean idóneos en lo que mejor hacen, liberen su propósito.
El acto comunicacional se estudia como un emblema porque crea un contexto o espacio de significación diferente pero común a todos, al pueblo y los dirigentes, que si se considera que es pronunciado por una persona que pasó 27 años en prisión, logra acceder a la presidencia luego es claramente una invitación a crear una nueva interpretación del mundo, un cambio de paradigma que lleva al colaborador a convertirse en un rol mucho más potente, participativo e involucrado desde un lugar más activo y emocionalmente movilizante.
Y fundamentalmente, claro, compartido por todos.
Esto sintetiza el rol esencial que juegan las emociones en la interpretación y en la adopción de los cambios o comportamientos, la convocatoria y la recepción clara de un mensaje.
El impulsor del concepto de inteligencia emocional, Daniel Goleman, se refiere a que si un líder pretende impulsar un cambio es preciso que produzca resonancia en su equipo, de lo contrario, no podrá lograrlo.
Los líderes más eficientes saben manejar emociones propias y ajenas, comprenden su potencia y su papel en la comunicación y saben que no solamente juegan en lo que se dice sino también en lo que se hace.
Desde esta perspectiva se puede decir que la tarea clave del líder es emocional, es decir, direccionar positivamente las emociones de ese grupo de trabajo y llevar a buen puerto los objetivos surfeando cada una de ellas, usándolas a favor convirtiéndolas en aprendizajes grupal e individual.