El desarrollo de la economía del conocimiento, o capital intangible, es un desafío que va paralelo a la inversión en capital tangible (maquinaria, materias primas, etcétera.).
Este capital intangible es el sector de la economía que utiliza la información como elemento fundamental para generar valor y riqueza por medio de su transformación a conocimiento. Abarca rubros como la educación, investigación y desarrollo, alta tecnología, informática, telecomunicaciones, robótica, nanotecnología e industria aeroespacial.
Estamos en la era digital, esto no es ninguna novedad, la cual está impulsada por el intercambio de ideas y la generación de información a un ritmo exponencial. Es dable esperar, entonces, que el conocimiento juegue un rol cada vez más preponderante.
Al tratarse de una economía, uno podría esperar que fuera mensurable, sin embargo, no existe una métrica que la cuantifique con precisión. Todo lo antedicho sin perjuicio de que la revolución tecnológica que se está gestando es global y constituye una plataforma extraordinaria para ser aprovechada. Es, básicamente, una fuente de oportunidades.
Asimismo, para impulsar la economía del conocimiento, una política integral que incentive la inversión en el sector, complementando y potenciando las posibilidades del país, es condición necesaria. La profunda transformación del sistema educativo, con metas a largo plazo, que promueva la cultura colaborativa y la innovación; facilitadores clave para la promoción y desarrollo de la economía del conocimiento. La creación de empleo de calidad está concentrada en la población con estudios técnicos, terciarios y universitarios. Apalancados por políticas que incentiven los sectores potenciales, podemos inclusive imaginar una Argentina convertida en un polo regional de la innovación e integrada a las cadenas globales de producción de conocimiento. Este punto es alcanzable y depende de nosotros mismos aprovechar esta oportunidad y convertirnos en un proveedor de talento para el mundo.