San Telmo es uno de los barrios más tradicionales de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, quizás por eso su encanto está intacto. Pensar que estuvo a punto de ser demolido, como mucho del patrimonio ciudadano al que la modernidad le fue ganando terreno.
Por suerte, San Telmo no corrió esa suerte y en la actualidad contamos con la posibilidad de visitarlo y disfrutar de sus atractivos. Cuando voy, intento recorrerlo con ojos de turista. Este es un ejercicio que me da la sensación de verlo por primera vez y siempre siento que el paso tiempo nunca terminó de llegar allí. Esa característica de atemporalidad la dan sus calles adoquinadas, las ferias, la música que llena de ritmos urbanos y tradicionales, como lo es el tango, los paseos por las galerías, las casas de antigüedades y, por supuesto, su arquitectura colonial.
Esas residencias que vemos y tan pintorescas son han sabido recibir a muchos de los inmigrantes que llegaban al país en busca de trabajo, vivienda y mejores condiciones de vida. San Telmo, zona sobre todo portuaria en sus comienzos, luego fue habitado por familias más tradicionales de Buenos Aires, pero, en épocas de la epidemia de la fiebre amarilla fue cuna de inmigrantes. Pienso a veces que puede hacerse un paralelo entre el Montmartre parisino, cumbre de artistas y de bohemios, con nuestro San Telmo, donde los anticuarios, mercados y la música crean una atmósfera homologable y una mística similar.
Claro que también y, creo que justamente por lo que menciono, es una de las principales atracciones para los turistas. A veces pienso en que, si vemos a nuestra ciudad con esos ojos, podemos sorprendernos como tales y disfrutarla aún más, lo dejo como inquietud, para cuando pase la pandemia.